Antes preguntaba: ¿Por qué leer una y otra vez lo mismo en la Biblia? ¿Por qué ir y escuchar los mismo en las prédicas, temas, reuniones? No aprendo nada más.
Ahora sé. Puede que yo no aprenda más, pero lo reafirmo, lo creo, se fortalece más en mí, se convierte de creencia en convicción, se hace realidad, se hace mi pensar y sentir, mi decidir y mi andar; luego, la gente que me rodea aprende más, mucho más de lo que yo pueda aprender.
Siempre, no sé por qué (no me estoy jactando, simplemente les comparto), la gente acude a mí por consejos, por palabras de ánimo (aún gente muuucho mayor y experta), por soluciones.
Antes, mis consejos eran al instante y realmente llenaba esos corazones (claro, con la palabra de Dios, realmente sentía que Dios me usaba), realmente animaba esos corazones y no se iban vacíos.
Ahora, después de dejar de orar, leer Su palabra, convivir en ese ambiente; la gente se acerca a mí, y es triste ver cómo se van sin respuesta; es triste ver a esos corazones irse vacíos, más vacíos que como vinieron, pues ahora van sin esperanza. Mis palabras (las cuales antes eran Sus palabras) no los llena, no los anima, no los exhorta, no los apasiona.
Ellos aprendían, aprendían de lo que brotaba de mi corazón. Su palabra rebosaba en mí, hasta en mi mirada. Ya no lo tengo, ya no como antes. Mis consejos ahora carecen de Su esencia, de Su ánimo y confort, de su llenura y sustento para los demás. Mis acciones ya no reflejan Su Santidad, pureza y dignidad.
Bueno, vuelvo a mis andadas de antes jeje. Acá estoy de nuevo. Dios renuévame otra vez. Renuévalos.
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